21N|El día que Colombia se volvió Castro Chavista

Ácrata y Banquero
3 min readNov 20, 2019

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El señor Feudal

Un día el país que tanto miedo tuvo de sucumbir ante las delicias de las dictaduras, se doblegó ante ellas. De tanto jurar que no sería una tiranía más de las que abundan en America Latina militarizó las calles, atacó a los artistas, silenció las voces de protesta y hasta secuestró pinturas y pinceles. Como si se tratara de una persecusión poética encarcelaron hasta los colores de la bandera.

Ese día el estado movilizó todo su poder no para resolver problemas de siempre, no para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y contribuyentes sino para anular cualquier opinión contraria a la oficial. El fantasma de un santo blanquecino se escuchó retumbar en el recuerdo de los ciudadanos: El tal paro no existe.

El estado de siempre, dormido y desentendido de los aconteceres allá donde no se anima a hacer presencia de otra forma que no sean botas y fusiles, volvió al ruedo. Ofendido porque insignificantes individuos osaran a contrariar su parecer.

Lagañoso y taciturno pronto cambió confusión por violencia. Pasó de preguntar ¿De qué me hablas viejo? con cara de yo no fui a patear en los dientes enceguecido de furia gritando ¿Porqué me hablas viejo?.

Los contribuyentes aún ilusos y enfermos de libertad y democracia aludían a sus derechos. Mientras que las fuerzas estatales diligentemente les leían las acusaciones que pesaban en su contra y que recopilaron con esmero en Facebook y Twitter; terrorismo, concierto para delinquir, alteración del orden público y un largo etcetera con el cual relevaban sus derechos -si es que en algún momento los tuvieron- y quedaban a merced de la voluntad convulsa de los vengativos deseos de aquel que no quiere ser cuestionado y se sabe en tela de juicio.

Si la guerra no hubiese existido, él, el estado y sus titireteros, la habrían inventado. Para evitar que los mosquitos les interrumpieran sus sueños de señores feudales.

Cuando estuvo satisfecho y harto de sangre, el gobierno se levantó, se limpió las manos y la boca con un pañuelo de fina seda italiana y apuntó su dedo hacia el humo.

Ustedes lo vieron. Todos vieron como fue que él derramó toda la sangre asquerosa que hasta salpicó mis Ferragamo. Los vasallos primero miraron los zapatos del señor feudal, las gotas de sangre que secas se descascaraban sobre el cuero lustrado, luego el dedo y finalmente enfocaron la humareda. Sin decirlo todos se preguntaban a quién se refería. Dudaban de su propia inteligencia al no poder comprender quién era el que había desencadenado la carnicería que los rodeaba. Finalmente uno de los escoltas del super batallón mega recontra presidencial de todos los santos ángeles y arcangeles 123 se animó a preguntar con voz trémula: ¿Quién?

Al señor feudal se le nubló de nuevo la vista y sometiendolo con su jerarquía y ayudado por los propios compañeros del escolta empezó a patearlo frenéticamente mientras le aclaraba entre sangre y sudor:

¡Vos! ¡Infiltrado Socialista del Siglo 21 Anarquista Internacional ObamaGayCastroChavista Educador de género Mamerto Vago Marihuanero Zurdo Comunista Crudivegano No heterosexual Maoísta Estalinista Satánico Pauperizante! ¡¿Como te atreves a desafiar la impoluta prístina y cándida libertad que gozamos en este país?!

¡¿Es que acaso quieres hacer de esta tierra de libertades, de líderes emprendedores naranjas y católicos, un sátelite de Cuba y Venezuela, donde la gente no puede salir a comprar productos en los supermercados porque no hay inversión extranjera y encima cuando se quejan los matan a patadas?!

¡No señor! ¡Yo no permitiré que eso pase! Nosotros seguiremos el camino del oasis latinoamericano. Seremos como Chile, antes del mes pasado. Seremos Chile pero sin las protestas y con más muertos.

Veníamos bien, porque afortunadamente la guerra no nos permitía salirnos del camino correcto, pero por culpa del farcsantos, nos descuajeringamos.

Cuando el escolta perdió la consciencia, uno de los compañeros que lo arrastraba desgonzado lejos del señor feudal le dijo al oído y con piedad, ¡ay lanza, yo le había dicho que hay preguntas que es mejor no hacer!.

Y así, cuando el señor feudal se reincoporó y serenó, se le creció la barba empezó a hablar en caribeño, encendió un puro, dio una pitada y mientras botaba el humo en circulitos hacia el cielo que para entonces se había despejado gritó con emoción

¡Azucar!

y bailó. Tan bien como sabemos que lo hace…

Expropiese.

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