El tributo al rey o ¿cómo evitar la decapitación?
Cuestionar respecto a la tributación es por demás interesante; permite entender las relaciones de poder a lo largo de los años y por tanto dilucidar los pilares de su legitimidad.
La palabra tributo viene del latín tributum significando impuesto, tasa, y contribución. Se deriva del verbo tribuere que significa repartir o distribuir.
Siguiendo la línea etimológica entonces se podría afirmar que el tributo es una cesión de recursos de la parte débil de la relación binaria y asimétrica, en favor de la parte dominante — esto de perogrullo; no se tributa entre pares y cuando la contribución es inversa toma el nombre de caridad y no implica ninguna obligación.
La asimetría se origina en la capacidad de ambas partes de administrar violencia sobre la otra. A todas veces que la violencia es la forma más pura de poder y el estado se consolida a través de su monopolio.
Por lo tanto no sorprende que sea através de las instituciones administradoras de violencia que se haga patente la llegada de los estados a territorios hasta entonces exógenos, autonómos y/o rebeldes. Una vez consolidada la asimetría, el estado impone su voluntad legitimada por la diferencia cuantitativa y cualitativa de violencias.
Otra forma de interpretarlo es que las instituciones violentas estatales son la punta de lanza del estado — la vanguardia- la tributación es el motivo — guardia- y las instituciones no violentas o sociales la justificación del articulado — retaguardia.
Así la tributación actual no se diferencia a la que imponían los romanos a las tribus de su reino; una forma de garantizar -comprar- la paz. Tampoco se diferencia de las extorsiones en las sociedades actuales a los pequeños comercios allá donde el estado no llega. No llega la vanguardia, no cobra su guardia y no ofrece su retaguardia. Por lo tanto tiembla su hegemonía, al desvirtuarse su monopolio sobre la violencia. Deslegitimada su articulación, deslegitimado el estado.
Sobre la cuestión del progreso social a través de la tributación; pensar que lo uno es fruto de lo otro implica el mismo paternalismo policial que se le atribuyera al pseudofascista Perón:
Peor aún, se podría considerar un dispostivo propio de lógicas colonialistas; allá donde no se tributa no hay civilización. Por ello la metropoli considera justo, necesario y preciso llevar la luz de la razón y la fé a los lugares recónditos donde el progreso no ha hecho presencia. Así, la vanguardia española se subiría en tres carabelas, guardaría el oro, la plata y las esmeraldas y mostraría su retaguardia católica mientras cruza el atlántico vanagloriandose en su designio divino.